Examen Final

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Hoy me levanté en primera persona, puteando al mundo (como siempre) y en particular a todo el azar que me deja (como si yo fuera un mero espectador sin voz ni voto) una vez más a contratiempo. Bien podrían haber puesto el examen después del veintiuno, que tan siquiera la esperanza de que todo termine antes de rendir es placentera por un rato; pero no, es hoy, y es el último llamado.

Sabés que este examen es necesario, más allá de correlatividades y mudas abruptas del punto de vista espacial de tus escritos (primera persona, ¿vos primera persona?, sí, mañana...). Sabés que más allá de tu (poco) esfuerzo y tu (dudoso) talento, el tiempo es escaso para experimentaciones; el tiempo es finito y adelgaza constantemente, desaparece.

Primero un café (con leche, que anoche estuve fumando demasiado,) luego lavarme la cara, los ojos y sacar los tubos de pintura de la lata redonda de galleticas danesas: Amarillo claro, azul cerúleo, blanco, negro, retardante y una multitud de vasitos plásticos con agua para lavar los pinceles. La foto de su hombro en la pantalla, la tabla, la hoja y un miedo atroz paralizante.

No sabés pintar. Debes ser el único estudiante de artes visuales que sólo ha usado un pincel para desengrasar piezas y retocar paredes prepintadas con brocha gorda. Ya lo intentaste (para ser honestos con el mismo nivel de premura y desesperación) y el resultado fue horrendo. La profesora te mandó a repetirlo y Ella jamás pudo distinguir de qué se trataba ese montón de manchas verdes y pinceladas grotescas.

Por eso no me presenté la fecha pasada, más allá de los nervios habituales, la certeza de una segunda oportunidad y el cansancio real de pocas horas de sueño. Por esta bendita pintura y mi obsesión con su cuello adormecido, su cadena derramada, su clavícula como una pendiente empinada y su hombro. Debí haber elegido el auto con la lechuga, habría sido definitivamente más fácil invertir contrastes de tintes que de luminosidad, y no me la recordaría constantemente. (Miento, es probablemente la que más le gusta de mis fotos, cómo olvidarse de eso).

El domingo estuviste a punto de abandonar, dormiste con esa idea. Pensaste en no presentarte y dejar todo para marzo. Que pase este fin de año, o que se acabe el mundo, o que te derritas en el verano; con suerte te derretís arriba de una hoja de treinta y cinco por cincuenta y con lo cursi que sos, seguro que conseguís por fin plasmar su imagen, y que Ella te reconozca.

Desde el lunes me he despertado raro, a tiempo con el reloj y creyendo; conservando esa poquita fé que horas antes había desecho a golpes de angustia. Anoche no me alcanzó para pintarla, pero la fui dibujando con palabras hasta dormirme, como boceteándola sin levantar el lápiz, trazando líneas y caminos imposibles. Pero al miedo de la mañana de hoy, sobrevino una fluidez por momentos corcoveante; y aun tembloroso, mezclé los colores y empecé a pintar: verdes, todos verdes.

Verde oscuro la luz de su hombro, hasta desvanecerse en un verde apenas azulado y muy claro por entre sus sombras. Delinearle quirúrgico la clavícula y deslizarle una uña de pintura por el borde de su piel. Derramarle del cuello apenas un hilo rojo cadmio que contraste, su cadena y su sangre, sus colores complementarios.

Lo demás fue todo apuro: Dejar secar, guardar, correr, seguir puteando todo el día, llegar nervioso horas antes. En un momento llegué a creer (ya con más enojo que alivio) que la profesora no vendría. Hasta que vino y confirmé mi sospecha: Era el único que quedaba.

Nervioso empezaste a preparar todo: Primero el objeto (con su cuota de delirio,) luego los demás trabajos prácticos hasta llegar a la pintura. La profesora firmaba una nota del examen pasado y saliste hasta la puerta a fumarte un cigarro. Entonces la sentiste.

Estando en la puerta, con la mirada vaga ya exenta de nervios doblegados a latigazos de resignación, alcé la vista y la reconocí evocada en ese recuadro, con tanta nitidez como sorpresa. Era su hombro, su cuello, su clavícula y su hilo de sangre y yo lo había pintado. Y sonreí.

Y con eso te basta, con saber que aún podés sentirla aunque sólo sea a la distancia, pero sentirla nítida y real, del mismo modo que sentís tus huesos y tus cicatrices.


Buenos Aires; 18 de diciembre de 2012

Puán 480

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En estos años he pasado varias veces por el frente, a veces renuente y amargado, otras melancólico, con el peso de los días vacíos en mi espalda.

Hace siete años no atravesaba este portón verde empapelado, no miraba vouyerista enajenado a través del vidrio de "Boquitas", no escribía alguna palabrería absurda en el patio, mientras tomo un café y fumo nerviosísimo el décimoquinto Parisiennes, tratando al mismo tiempo y en este estado de contestar tu mensaje (porque claro, si estoy acá, también estás vos).

No subí más allá del primer piso, no busqué ver si existe aun el piano de la "Martí", no bajé por las escaleras del fondo: Temo no encontrarlo a Facundo (recordar que ahora vive en New York), temo no encontrarla a Natalia (recordar que le debo una visita desde hace años). Temo encontrarme sobre todo, al Licenciado en Letras que alguna vez quise ser.

En este sitio tan raro, que no consigo a pesar de todo percibir como familiar, he dejado olvidado hace años parte importante de mis sueños, y va siendo hora de intentar recuperarlos.

Buenos Aires, 13 de diciembre de 2012

Big Crunch

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Un guaguancó, una rumba, un toque de tambor que te eriza el cuero y te ataca de epilepsis las piernas y los brazos como un títere desencajado de cintura, de un sólo hilo y diminutas e infinitas articulaciones. ¿Es acaso posible bailar llorando? ¿Por qué no?

Hay cantos que deshidratan más que los diuréticos y el calor insoportable; que te vuelven un estropajo seco, casi metálico, incapaz de absorber la más mínima gota de cualquier líquido, ni agua de charco, ni mercurio rodante, ni lava salpicada.

Esta lluvia te ha tirado encima toda la densidad de los días, todo el cansancio precipitado en goterones pesados y violentos. Aunque llueva finito, sientes las gotas caer irremediables y profundas, con la gravedad de los párpados a la hora de la siesta. Te marcan violácea la espalda entera y no te humedecen más allá de la ropa, sino quemantes, te extraen molécula a molécula ese setenta y pico porciento de agua descompuesta que te contiene; como una esponja comprimida a su mínima expresión, sin siquiera agujeros, ni avidez hidrofílica, ni cavidades vacías propensas a la nostalgia.

El vacío absoluto empieza quizás así, denso y compacto, sin agujeros suceptibles de melancolía, con toda la materia apretujada en un minúsculo espacio, en un instante de tiempo.

Al cabo, de tanta presión no habrá más materia, ni espacio, ni tiempo. Al cabo sólo este destino resulta inevitable, incluso más allá de las células muertas, gusanos hambrientos y neuronas descompuestas calcinadas.

Allí no habrán sonidos ni silencios, no habrá siquiera un allí, ni ningún otro adverbio capaz de señalar un lugar ni un momento. Allí voy, cada vez más cerca, contrayéndome como el llanto de un niño que desaparece.

Y entre tanto bailo este guaguancó deshidratado, mientras todavía perciba compases y claves; mientras bailar signifique alguna cosa, aunque a veces me olvide qué.

Desencuentro de domingo

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Algo tan simple como poner la copa de vino detrás de los libros de arte (esos grandes y carísimos, de los que ni siquiera tienes tantos): sabes que se va a romper, que a la larga el peso de los libros será suficiente para el desplome, y allí vas, a poner la copa ahí. ¿Quién te entiende? Ni siquiera cuando intentas en serio darte a entender lográs sacar todo de adentro (como si adentro tuyo hubiesen tantas cosas por entender). Ni hablar cuando ensayas el lenguaje extraverbal innato ese que crees algo desarrollado (donde no te entiende ni dios). Si, sucedió lo esperadamente indeseado, de nuevo.

Y tratas de analizarlo sin caer en la culpa de quien no acompaña en un momento difícil, de quien abandona por un instante crucial, justo cuando... 

No, no la quieres abandonar, sabes que te necesita aunque no te lo diga, aunque sólo haya sido un rapto de locura momentánea aquella noche te lo dijo (pero han pasado tantas noches desde aquella); aunque hoy no lo demuestre, sí, porque pudiste ver más allá de sus ojos y no te engañas (¿no?). Y tú también la necesitas, más de lo que puedas imaginar.

Pero más importantes son las sinrazones que te llevan a esto, porque por más empatías y coincidencias algunas, hay algo irracional que te mueve, que te inspira, que está en tu cabeza pero ella te lo genera, sin lugar a dudas y creíste ver en ella el mismo sentimiento, la misma locura, el mismo espanto y las mismas ganas.

Al cabo dudas, vienes dudando desde antes de siempre, pero ahora más. Al tiempo entiendes, y algunas de tus dudas se aclaran, todavía muchas a tu favor, otras no tanto pero apuestas, todavía apuestas, como si esto se tratara de ganar y perder algo (¿acaso no?). Todavía quieres estar ahí, ser parte de su historia, ayudarla, acompañarla mientras te necesite, aunque lo dudes, por lo menos mientras te deje, y luego ver.

Entonces no entiendes por qué no fuiste hoy, por qué no puedes sostener la incondicionalidad que declamas y que sientes, por qué no llamarla y preguntarle cómo está, cómo se siente, decirle que no querías generar otro desencuentro, que sabías que podía suceder, que incluso de algún modo ahora pensás que pudiste hacer las cosas distinto, hablar más claramente de tus deseos (como si supieses cuales son), o tan siquiera escribirle algo genial sobre el lenguaje y los desencuentros, encontrar para ella las leyes de la gramática universal y mostrarle, enseñarle todo (como si pudieses) y entenderse. Pero no, no lo haces, sólo el vino ya agrio del viernes te acompaña entre tanto humo concentrado en el estudio cerrado por el aire.

Hay Jazz y te gustaría que estuviese aquí, estudiando en alguna habitación mientras escribes esto. Te gustaría haberte encontrado con ella en el parque y que ella dijera de venir a tu casa a estudiar, a pasar la noche, a amanecer un lunes e irse a trabajar (pero ella nunca te va a decir eso). Te gustaría no haberte ido así aquel martes (aunque sabes que fue lo mejor para ambos), no haber hablado más claramente aquel domingo (aunque a veces crees que más claro es imposible, no puedes, o va en contra de tus principios, esos principios que te pretenden cuidar a los cuales casi nunca les haces caso, esos que te dicen que necesitas ver que no solo generas los momentos con ella, sino que a veces se generan con la naturalidad que crees debe surgir entre dos que se quieren y que quieren pasar tiempo juntos, o que a veces los genere ella, o los pida siquiera, algo...). 

Entonces el estruendo, bloque grave estrepitoso vidrio contra el piso, el vino derramado como sangre, cristal hecho añicos y bronca, contigo mismo, con el tiempo y el mundo. 

Lo sabías, pero tenías la esperanza que ahora humedece el piso.


Buenos Aires; 02 de diciembre de 2012

Soliloquio

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Y la piedra silente se pregunta que culpa tiene, 
y yo sólo contesto a martillazos de furia
y cinceles violentos 
de la angustia.

Y la piedra callada me devuelve escombros diminutos, 
y yo sólo respondo perforando grietas
y agujeros profundos
de su ausencia.

Y la piedra resignada me vomita el polvo adolorido
y yo sólo sangro rabiando silencios
y esperanzas moribundas
de la nada


Buenos Aires; 26 de noviembre de 2012

A veces no sé

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Cómo esperar 
que nazcan 
de ti 
las víctimas 
de tu propia 
indiferencia.

Cómo acompañarte 
en caminos 
pisados 
de tu propia 
incertidumbre.

Cómo salirte 
a buscar 
en la noche 
y sobrevivir 
no encontrarte.

Cómo esperar 
en el muelle de piedras 
bajo la lluvia verde 
y darme vuelta 
sabiendo 
que estás.

Cómo esperar 
mañana 
que vengas 
sin avisarme.


Buenos Aires; 26 de noviembre de 2012

Ni tan buenos

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A ver si nos ponemos de acuerdo, ya que te veo intenciones de tropical desconocedor de latitudes, de caluroso agobiante y sostenedor de este sol que raja las piedras sin ternura: No, no es este el modo; y te falta, debes saber que te falta. En primer lugar ni siquiera es verano para tanta temperatura, empieza por respetar las estaciones, darte tu lugar, austral y rioplatense, orillero y porteño.

Entiendo que en tu ímpetu irrefrenable adolescente tardío se te dé por pretender convertirte de sopetón en eterno verano, en cielo perpetuo despejado con nubes bajas de ocasión (que aunque fugaces se agradecen). Pero no, insisto, no es que se te vaya la mano, es que se te pierde el ritmo, que para ser trópico querido te falta la clave, que el dos por cuatro no se hizo para estas temperaturas. ¿O acaso alguna vez viste un compadrito en bermudas, o una milonga con chancletas, o a Carlos Gardel en guayabera? No papi no, date tu lugar, que si bailas tango en la arena lo más probable es que se le claven los tacos de aguja hasta el fondo y la bufanda la tengas que usar de toallita para secarte el sudor de malevo con aires de guapo arravalero.

Tú bien sabes que ni los conventillos son solares, ni tu puerto es mi bahía,  ni la costanera es el malecón.

Más allá de eso y de tus oscuras intenciones meteorológicas que nunca entenderé, debes saber (y esto es fundamental) que los aguaceros tropicales como el que te mandaste hoy, no son propios de la mañana; menos aún si se te ocurre escampar y despejar a la tarde, consiguiendo con ello una evaporación inmediata que nos arrastra primero, nos derrite luego y nos sublima eventualmente en nubes de vapores calientes, difíciles de atravesar caminando. 

Todos, absolutamente todos nos dividimos en pequeñísimas partículas de polvo y humedad suspendida, y te recorremos de punta a cabo sin entender que nos has convertido a todos en la misma cosa: Pegajosos espectros emanantes de transpiración, ladrillos de humo, carne sancochada y células fundidas.

Al final, ahora que casi atardece, no hay ni rastro de lluvia, ni acera tibia, ni refrescada reciente. Ha quedado sólo el asfalto seco convector insoportable y algunos charquitos calientes en los que nos hemos disuelto sin remedio.

No, te falta, te falta aprender mucho todavía para ser trópico. Y aunque cada tanto hagas valer tus buenos aires a la sombra, nunca olvides que siempre, pero siempre, te faltará el mar.

Buenos Aires; 22 de noviembre de 2012

En esos días

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No la abraces,
que suelen tus manos frías
quemar violetas de angustia,
y a veces su piel se quiebra
al mínimo temblor
de pétalos sutiles.

No le hables,
que suele tu voz rasgada
reventar la magia del vidrio,
y a veces su escucha se ciega
al rotundo martillazo
de tímpanos saturados.

No la mires,
que suelen tus ojos claros
encender el miedo de alarma,
y a veces su llanto no alcanza
al amargo brote
de lágrimas propias.

No la escuches,
que suele tu atención prestada
dinamitar la paciencia breve,
y a veces su grito enmudece
al ingrávido murmullo
de balbuceos iracundos.

No la beses,
que suelen tus labios obscenos
estallar ásperos vesicantes,
y a veces su paladar se irrita
al húmedo hiriente filo
de lenguas derramadas.

Buenos Aires, 21 de noviembre de 2012

Fragmentos inconclusos

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He visto el mar turbio
apenas violento,
y la arena gruesa y parda 

pisándome los talones.

He robado lavandas
a mitad de la noche,
y deshojado margaritas
sin horario fijo.


He sido escoltado por perros
fieles como perros,
y amigos que ladran y muerden
con ternura.


He descubierto una cueva
a la vista de todos,
y me he refugiado del mundo
solo con Ella.


He acompañado un pingüino 
tembloroso agonizante,
y me ha devuelto un abrazo
de cariño y pico.


He juntado piedras rojas
como teñidas de sangre,
y he aprendido de un golpe
todos los tonos del ocre.

Mar del Sud, 18 de noviembre de 2012

Café de Verano

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¿Afuera? Te preguntó con desconfianza. Sí afuera, es el vicio, te disculpaste y saliste. Te sentaste en la mesa roja de la izquierda y acomodaste la silla hasta que la sombra del semáforo te diera de lleno en la cara, como una bofetada con dos manos, sólo que con este calor, más que bofetada la sombra es una caricia que no refresca, pero amortigua. Este clima es insoportable piensas, es Cuba sin playa y sin brisa, un tango al horno sin clave, un marpacífico marchito. Acá tiene, “cafésoloenjarrito”. Gracias, ¿le pago ahora? Como quiera. Sí, prefiero, le das los diez pesos y se va.

El expreso es de esos brebajes que se dejan tomar en cualquier estación, aún caliente, siempre caliente (un café frío es agua de zanja fresca). Mueves la silla, la sombra se ha movido (o el sol, o la tierra); o tu cabeza es muy grande o el semáforo es muy chico, o las dos. No corre una gota de aire, un par de árboles se derriten como plástico blando y el humo de los autos hace las veces del viento, ese emigrante que no existe, que se fue a ninguna parte para no volver, no hoy al menos, no hasta que venga la tormenta. Pensar que esta ciudad se llama Buenos Aires parece un chiste de mal gusto. Agarrás la taza de vidrio (horrible) y tomás un poco, el primer sorbo siempre es el más estimulante.

Anoche no hubo luz en las calles y la sensación de estar en casa (qué palabra imprecisa a esta altura) era aún más asquerosa. Más de una hora en la parada, los colectivos como latas de carne rodantes y ese silencio raro que acompaña el apagón (si lo conocerás) y que aprovechas para agudizar el oído escuchando conversaciones ajenas.

Y ella, ¿cómo estará? Le preguntas: A ciegas, te dice pero ya lo intuías: Sin agua, sin luz, sin vos; ¿acaso el infierno se ha decidido a abrir una sucursal acá este verano? (si dios es argentino, el diablo es por lo menos ciudadano ilustre). No querés mandarme una tormentita? Te pidió. Y vos ahí, todavía en la parada, a dos cuadras de la sombra, justo en la frontera de la luz.

Sí, qué bien vendría una tormenta, pensás, bebés un poco más de café (es necesario estirarlo por lo menos a dos puchos) y prendés un cigarro.

A la madrugada soñaste un tornado blanco en medio de la avenida, gente corriendo, autos guareciéndose debajo de los puentes, colapsando autopistas, los árboles arrancados de raíz por la mano invisible que regula el mercado forestal y vos, tranquilo en la parada esperando que llegue la tormenta, que venga por sí misma, sin más preaviso que la humedad reciente hecha vapor de la tierra; sin más anticipo que su cintura desencajada y sus piernas mojadas que te abrazan y te arrastran.

Si esta cortina de luz fuera una cortina de lluvia no dudarías en ir a buscarla, o en correr en dirección contraria y mover las nubes hasta ella y exprimírselas encima como una toalla mojada.

Despiertas, y horas después el mozo te pregunta si querés algo más, no, por ahora no, gracias (¿a cuanto la porción de tormenta?) le dices y se guarda adentro del aire acondicionado.

Quién tuviera el poder real de traerle la tormenta, de sostener la primavera, de mover la frontera de sombra o la cortina de lluvia hasta mojarla de luz. Quién pudiera arrastrala (amablemente digo) hasta el sueño y sumergirse los dos en el cono de viento que trepa espiralado y no parar hasta atomizarse en chubasco y caer, precipitados, pellizcando el asfalto con violencia, salpicando leve, juntándose luego, fluyendo sin prisa hasta la zanja, chorreando a oscuras por las alcantarillas, corriendo hasta el río, desembocando en el mar. Entonces daría igual si naufragar juntos al medio de mi Atlántico, o reencarnar en arena mojada por olas de su Pacífico (piedad Mario, piedad).

Mañana, mañana llueve, leerás luego y le pedirás prestada la frase (ladrón). El sol ya no molesta, los edificios bajos de la esquina opuesta lo han atardecido anticipadamente y ahora todo es sombra, el aire sigue viscoso y los árboles son charcos de plástico fundido mitad sobre la vereda, mitad sobre el asfalto fluido. Irás a verla claro, si no le podes traer la tormenta, al menos te queda esperarla juntos y ver que pasa. 

Entonces recuerdas otra vez el sueño, la calle vacía, las voces ajenas calladas como pájaros que anuncian lluvia con su silencio (pero no llovió), tu decisión de caminar, de hacer dos cuadras, atravesar la frontera de luz y rescatarla, o al menos acompañarla en la sombra, para que se sienta menos sola, aunque no lo sepa (que sí, que lo sabe).

El mozo se ha metido otra vez en su sarcófaco refrigerado y vos afuera tomás el último sorbo de café, prendés otro cigarro, te levantas y te vas a buscarla. 


Buenos Aires; 08 de noviembre de 2012

Mutis

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Callado,
deberé mantenerme callado,
proteger la fragilidad del silencio,
descifrar la clave morse de tus pasos,
triturar las ramas de mis nervios vagos,
y masticar mis anhelos
sin molares.

Callado,
deberé permanecer callado,
ejercer mi derecho a la reserva,
comprender la inutilidad del sonido,
abortar palabras sucias en mi boca,
y tragarme los restos
sin saliva.

Callado,
deberé sobrevivir callado,
practicar la fonética sin fonos,
aprender de las señas mutiladas,
cercenar una a una mis cuerdas,
y engullir mis vocales
sin garganta.

Callado,
deberé perecer callado,
propiciar el final de estas letras,
aceptar el buche amargo del tiempo,
demoler las paredes que me escuchan,
y digerir la muerte
sin vo/s/.

Buenos Aires, 02 de noviembre de 2012

Suficiencia Respiratoria

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Disfrutar el momento y respirar
Olvidar el futuro y respirar
Amanecer en el parque y respirar
Ignorar la premura y respirar
Caminar bajo la lluvia y respirar
Entender la angustia y respirar
Compartir la poesía y respirar
Respetar la distancia y respirar
Regalarle una rosa y respirar
Esperar el momento y respirar
Inspirarle la vida y respirar
Juntos.

Buenos Aires, 02 de noviembre de 2012.

Manual de escultura de la señorita Morgan

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X

Ir, venir,
atravesar fronteras,
avanzar sin detenerse,
(lo inmóvil es sólo aparente),
sentir veloz el aire
de tus pasos

Salir, partir, 
huir despavorida,
escapar sin norte, 
(lo cardinal no lo es todo),
hacerse humo de una vez
y ceniza.

Andar en línea recta,
alcanzar la meta,
coronarte victoriosa,
(el infinito no existe),
conquistar la gloria
fugaz.

Virar sobre tus pasos,
repisar tus huellas,
volver como un tango,
(el pasado es un refugio seguro),
replegarse en semilla 
sin brotes.

Y

Subir, trepar, 
corretear todo el árbol,
encaramarse en tejados ajenos
(los propios no tienen gracia),
descubrirte allá arriba
gigante.

Bajar, caer,
resbalar acantilados,
rodar por las cavernas,
(los túneles no tienen tiempo),
hundirse en el agua
con sangre.

Caminar por las paredes, 
trotar las medianeras, 
llegar hasta la copa del poste
(las luces son hojas verdes),
observarte allá abajo
diminuta.

Desplomarse en el eter,
precipitarse con ganas,
planearte en picado
(las manos son alas marchitas),
tomar aire una vez más
de nuevo.

Z

Ser, estar,
recorrer el presente,
no perder el rumbo,
(el sentido sin sentido),
encontrar la ruta
caminando.

Existir, vivir,
aliviarte de a poco,
contemplar la primavera,
(la eternidad es un instante),
perseverar en el empeño
y el sueño.

Salvarte de todo,
hacerlo por ti misma,
reconocer tu espacio,
(el espacio de todas ellas),
conciliar posiciones
vitales.

Quebrarse al espejo,
matarse de risa,
quererse un poquito,
(las líneas ocasionan dimensiones) 
soldarse las grietas
y nacer.

Buenos Aires; 01 de noviembre de 2012


Encontrar la ruta

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Primera, volantear a la izquierda, endereza y avanza, ser feliz antes de poner segunda, pensarla otra vez, tercera, freno leve, no viene nadie (tampoco ella) giras una, dos, tres veces antes de la colectora, te miras al espejo y sonríes, se ha borrado con el sudor sus letras en tu frente. Ayer fue breve y entre cortado pero intenso.
Ingresar a la rotonda bajo el puente, semáforo en rojo (hay paradas legales que no garantizan orden alguno y sin embargo son necesarias, aunque no siempre se tan claro cuando avanzar, como un) semáforo en verde, entrar a provincia, avenida al fondo, no hay giro en esta calle, avanzar una más y doblar, ¿la verás hoy? una más y doblar de nuevo, (no, probablemente no) incorporarte y seguir.
Cigarro, ventanilla baja, brazo distendido, (te gusta manejar guacho, lo disfrutás), anoche debiste seguir manejando, secuestrarla un par de minutos aunque sea, o un par de cuadras da igual (espacio/tiempo, ¿a quién le importa distinguirlos?). Un colectivo adelante frenado, asomas la trompa, aceleras a fondo, vuelves al carril, no entiendes que te pasa, esto es muy distinto a todo aquello y no te asusta ni un poquito, ni siquiera equivocarte, el cartel (Sí, seguilo) doblas de nuevo, encuentras el tunel, le das paso a una moto y sales.
Pero esto es real, estás seguro, quizás porque no lo has buscado, quizás ha nacido en tiempo y forma, cada momento con ella es el momento justo, ni antes ni después, lo sabes, lo sientes, ni si quiera te parece raro, y aunque te sorprende, es como mirar en perspectiva desde la cima,(¿dónde estás? Te perdiste) saber que ha llegado el momento de despegar, que no estás solo, que la soledad anterior era cierta y necesaria, que no es que no te sepas explicar, (doblá a la derecha haceme el favor) que no es necesario acotar de más, que este molde encastra justo sin perder la escencia, que es la pieza que te falta (que aún te falta, doblá de nuevo) y ella la tiene, si, ella sabe de un espacio en vos al que nadie nunca llego, y se ha enamorado de ese espacio que crees vacío pero fértil. Y encuentras la ruta (menos mal).
(No, no la verás hoy) y lo sabes, y mitigas la ansiedad creyendo que es necesario, quizás, pero no, todavía no lo crees del todo (¿quién podría culparte?), sabes que necesitas verla, confirmar que existe aunque sea leve la duda, que no es un delirio de tu mente ya de vuelta.
Y conforme avance el día, este jueves de mangas largas al sol, se irá pareciendo demasiado a un pretérito bostezo de tu vida, y te angustias de antemano, (es inevitable tener miedo a perderla) y quieres salir a buscarla ya mismo, o por lo menos escribirle, llamarla de auxilio, invocarla con una oración gramaticalmente incorrecta, algo así como: Primera, volantear a la izquierda, endereza y avanza, ser feliz antes de poner segunda, pensarla otra vez, tercera, freno leve, no viene nadie (tampoco ella).

Cadáver exquisito de noche encontrada

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Saltar y escapar, perder el miedo al olvido. Atravesar montañas como piedras planas, como espacio vacío con pendientes progresivas que potencien el salto y la catapulta.

Dejarse flotar en tormentas alegres, cantarazos que sufran nuestro nombres, nuestros rostros y nuestras huellas. Dejarse disolver contra la tierra y ser ésta, ser espacio (soporte).

Nutrirse como raíz profunda en arenas movedizas, cristalizar y fluir en simultáneo. Y saltar y escapar de nuevo; y explorar toda la tierra y el espacio, con hambre, con sed, con toda la voracidad y el deseo.

Existir en demasía, olvidar límites (polo tierra). Declararse finalmente un ente de luz y enterrar el mundo (situarlo donde pertenece). Todo por no dejar minuto de paz a las neuronas, que registren todo y jamás quieran/puedan olvidar.

Principio del insomnio

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Despertar sin haber dormido lo suficiente, pero aún así despertar de un tirón y sin reloj; deseoso de un café, de pan tostado con ahínco, de un abrazo a media sábana y un beso de buenos días mi amor, desayunémonos juntos, de nuevo.

Te escucho cerca, tras algunas de las puertas entreabiertas de mi destino estás tú y no te escondes. Las colillas de anoche, el sillón corrido, los libros ausentes y la luna menguante plateada son mis testigos más fieles; pero no recurro a ellos.

Escucho tus pasos de medias a medio caer y no es engaño ni ficción ni metáfora alguna: estás acá en algún lado. Juro que no te fuiste, que no te dejé ir, y te busco constantemente, como el sueño de mañana.


Buenos Aires; 21 de octubre de 2012


Biopsia

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Tras anestesia local de caricias, me dispuse a cortar con la mirada los centímetros de piel que la enmascaran. Una a una, las capas se abrieron con la timidez y el miedo sangrante de silencios; hermético el deseo y sepultada la alegoría.

Hubo antes o después devolución de miradas, adormecimientos leves y caricias vibrantes; peligros de cercanía y roces milimétricos. Hasta que entonces lo vi, escondido entre tejidos, agazapado en una esquinita disimulando calma. 

Y de repente salta despavorido, brota breve y me salpica nodular definitivo, un te quiero tenue, minúsculo pero suficiente.

¿Es grave? preguntó ella. No sé, le dije, tendremos que esperar y estar atentos.



Buenos Aires, 18 de octubre de 2012

Escombros

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A veces me levanto convertido en piedra hueca, 
en un duro cascarón vacío 
que no encuentra la fuerza necesaria 
para la fragua o el derrumbe.

A veces me levanto convertido en un concepto amorfo, 
en un sonido grave gutural seco 
que no transmite frecuencias 
ni registra decibelios a la mínima distancia.

A veces me levanto convertido en pasado, 
en antología de la nada de otro tiempo 
que no ha sido impresa en su debido momento
a pesar de la piedra manchada de tinta.

Y puedo estar inmóvil por minutos largos, 
mirándome hacia adentro 
con la torpeza de un recién nacido, 
con la resignación de un próximo difunto.



Buenos Aires, 17 de octubre de 2012

Puntualizando

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Tarde, toda mi vida he llegado tarde.

He nacido con ocho meses tarde, pues yo debí haber nacido con siete.

Me han inscrito en preescolar tarde, pues he nacido en marzo (y en Cuba las clases empiezan en septiembre). He llegado a la escuela tarde, siempre, al punto de opacar cualquier buena nota, cualquier primer expediente, cualquier "beso de la Patria", cualquier estímulo.

Mis tardanzas se han extendido a mis trabajos, a mis estrevistas, a mis doctores, a mis abogados. He llegado al punto de llegar al consultorio de mi analista sólo para pagarle la sesión perdida y coordinar la próxima, a la cual, ya sabemos, llegaré tarde.

He llegado tarde al Capitolio mientras ella me esperaba, he llegado tarde siempre sin un llamado de aviso mientras ella reclamaba mi presencia. He llegado tarde aun de madrugada a la parada del colectivo el día de su cumpleaños, y me he perdido de verla, abortando la sorpresa por ahogo del tiempo.

Tarde he descubierto el amor, cuando ya he vaciado todos mis fusiles y no hay tiempo ni ganas para la recarga.

Hay otras cosas a las que he llegado a tiempo, de esas no escribiré hoy. Hay otras cosas para las que me he anticipado en demasía, de esas tardaré más en hablar, pues son las más dolorosas.

Cambia, todo cambia

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Y de pronto, en un instante todo parece cambiar...o es acaso lo mismo disfrazado de la nada? o es acaso tu vocación de saltamontes? o el último recurso de la soledad extrema? Pues puede que sí, vaya que me empiezo a tener un poquito de fé, por un instante de nuevo. 

Podría enumerar muchas cosas, sucesiones de hechos, historias e histerias, que sólo redundarían en dos cuestiones fundamentales: No, no lo he vivido todo aún, y: Probablemente meterme en una relación ahora complicaría mucho las cosas. 

Realmente, me ayuda pensar que de algún modo, son historias que debían terminar, o no haber empezado nunca, o terminar abruptamente con incluida súplica en diferido. Y bueno, ha sido una linda adolescencia, quizás? esa juventud veinteañera que no tuve? o que disfruté (porque realmente disfruté) desde otro lado de la vida?

Cada historia cataliza otra historia, la predispone, la circunstancea si me permiten el verbo. De algún modo soy mejor tanto por las mujeres que me han dicho que sí, como aquellas que me han negado rotundamente. Incluso las que me han dejado con dudas, pero al final las entiendo, y es probable que ahí nazca mi infortunio. 

Entender a cualquier ser humano es todavía hoy por hoy, un ejercicio complicado, insalubre y agotador. Conocés personas, algunas desde hace ya bastante tiempo. Charlás, salís con ellos, trabajás con ellos o cursás juntos, pero entender entender, te entiendes con muy pocos, y nunca plenamente.

Entender a alguien, es de algún modo asimilarlo un poco, ponerse en el lugar de... Y yo tengo una tendencia, es como un hilo que sigo, con más o menos dudas, a pretender entender a todo el que realmente me interesa. Pero al final, uno es carne y huesos, y por mucho que te esfuerces, será imposible. 

Y ya te da lo mismo pensar si es que no es, o es que las circunstancias le impidieron ser. El hecho concreto es que no están, pasaron, de una forma u de otra, como todos tus trentipico de años. 

Y cuando dices mujeres, también dices Cuba, también Argentina.

De algún modo voy tomando aire pa salir, aunque anduve bastante oscuro por allá abajo. Sé que ni remotamente he tocado fondo aún, pero ya está, lo que vi me asustó mucho, vamos a tomarnos un aire y dejarnos sorprendes gratamente, como si fuera un viernes con v de vino.

Vamos por lo menos a intentarlo. Total, yo soy un crédulo de mi mismo, siempre me creo lo que escribo. Capaz que si escribo que todo está bien, las cosas se arreglan (y esto no es una oración, es un intento de compromiso conmigo mismo, capaz que con este impulso escribo al final el cabrón boceto para la novela).

PDs: 

No olvidar, La Demajagua (no sé a que viene pero acabo de darme cuenta que es 10 de octubre, es feriado en Cuba).
- La foto nada que ver con nada, es el chino de los Fernandez Fierro, en una presentación en CAFF el año pasado.


Adiós Septiembre

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Desamárrate de una vez, ya que tanto ansías,
desata los nudos de tu virginidad postergada,
rompe las cuerdas de la razón y el sentimiento,
y dale rienda suelta a lo que no sabes que quieres.

Suéltate de una vez, ya que tanto te empeñas,
libérate de la cruz, el pan y el cáliz exquisito,
deshecha cualquier posibilidad que no sea inmediata,
y sal a vivir sin miedo aun porfiando valentía.

Desenrédate de una vez, ya que tanto te interesa,
desteje de un tajo este suéter de hilo infinito,
quiebra las agujas, los por qué y los por cuánto,
y derrámate con fluidez descreyendo gravedades.

Desencadénate de una vez, ya que tanto deseas,
olvídate de mí, del nosotros que nunca fuimos,
desbarata a aquel sueño de velas y colores en la piel,
y córrete lejos, que septiembre acaba.




Buenos Aires, 30 de septiembre de 2012

Invernar

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Debo confesar que me gusta el frío, como casi todo nativo del trópico que aprecia cualquier temperatura por debajo de los 20 °C (cosa rara en mi isla querida). Y este es mi décimo invierno en la Argentina, y la Patagonia (que debo reconocer sólo he conocido en verano) es uno de mis lugares en el mundo. 

Incluso hace unos años parte de mi rutina fue durante un tiempo soportar estoicamente sistemáticos madrugones en la parada del 60 en Panamericana y San Martín (los cubanos imagínense esperar una guagua a las 5 de la mañana con 0° de temperatura y el vientito descampado de la ochovía a la altura de la CUJAE, por poner un ejemplo). 

Me gustan los abrigos largos, las bufandas, los gorros y los guantes. Disfruto incluso del vapor helado propio y de bocas ajenas que se exhalan como nubes de aliento.

Sin embargo este año las estufas se han entibiado sospechosamente, el agua caliente sale apenas templada  y los abrigos son una tela endeble y finita por donde circula el aire como hilos de viento polar presurizado.

No sabría decir si es la sorpresa o el ímpetu de su llegada, a pesar de de los preavisos de éste otoño, pero hay algo en este invierno que no me banco.

Y prefiero no saber.



Primavérame

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Ha vuelto a amanecer
en blanco y negro,
bajo contraste y poco brillo.
(Desteñida polaroid de otras mañanas
que cede
ya vencida por el tiempo.)

Ha vuelto a otoñar
con humedad,
huesos que resbalan y asfalto adolorido.
(Vaporosa articulación del viento,
que avanza
lento, denso, menso, viscoso.)

Ha vuelto a abortar
la primavera,
latitudes semiesféricas de mi destino.
(Dislexia de equinoccios
que polarizan
mis entrañas boreales.)

Las promesas de colores
se marchitan
desaturadas por tu ausencia.
(Y por esta cruz apolar
que cargo
al sur de este hemisferio.)

Y pensar que aún no precipita la hojarasca.


Buenos Aires, 20 de marzo de 2012

Eutanasia

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Hoy no alivia saberte,
ni razonarme en la coincidencia y el encuentro fugaz
incapaz de una réplica.

Hoy no alivia quererte,
ni encariñarme en las distancias que me alejan
de tu vida por delante.

Hoy no alivia escribirte,
ni sostenerme en el anhelo que acaso aun respira
por pura anticipación de la nostalgia.


Quién tuviese el valor y la mano firme,
quién pudiese sobrevivirte intacto
y seguir,
como si nada,
o como si todo.

Cómo saber si te escribo a vos
(o a vos, o a vos, o a mi).
Cómo sentir si esto es real o un boceto imaginado.
Cómo esperar si hasta la incertidumbre es lejana,
tanto que no importa siquiera dónde ni cuándo.

Contraído desde la mano que te escribe,
un tendón agarrotado
me tironea con violencia las arterias coronarias,
me paraliza las letras ya sin pálpitos fecundos
y sutil,
(suave, inconsciente, enajenado)
me desenchufa de un tajo
la esperanza.



Buenos Aires, 19 de marzo de 2012

Treinta y uno

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Desde el curso de ingreso a la universidad que empezaba 20:30 hs me voy a la facultad directo del laburo, con lo que me quedaba mucho tiempo en el medio. Mis insuficientes y malogrados hábitos de lectura y escritura lo agradecen (y no son los únicos).

Hay un Café Martinez en Patricios al 100, en La Boca, buen café, wifi, el aire flojito, pero bue... ya se viene el invierno.

Empiezo ahora a las 20:00 hs, con Idioma (puede ser cualquiera, pueden ser todos, veremos...), yo que vengo de letras, y que de alguna forma no me he ido (y no me iré nunca) de letras, que me anoté en restauración y terminaré haciendo grabado.

Yo que cumpliré 31, años en días... y horas de abstinencia nicotínica en minutos... Yo que a veces no confío si llegaré...