Relojes derretidos

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Y ahora soy yo quien duerme de nuevo en el colectivo,
buscando el sueño que la espuma me niega
como un resorte atravesado.

Quizás va siendo hora de poner en orden mis recuerdos,
mis mechones de pelo con cintita,
mis diplomas escolares,
mi expediente.

Y ahora soy yo quien yace eternamente cabeceando,
recostado al vidrio húmedo y glacial que vibra
como una pandereta.

Quizás va siendo hora de abandonar la filatelia,
la colección incompleta de la fauna,
la historia postal del desencuentro,
la estampilla suelta única en su especie.

Y ahora soy yo quien cierra los ojos como un lagarto,
reptando inerte una vez más
con la esperanza de la cripsis.

Quizás va siendo hora de exterminar las mariposas,
la lepidóptera costumbre de la seda intacta,
la polilla hambrienta de inquietudes,
la postura convicta de la metamorfosis.

Nada cambia,
será mejor que me acostumbre.

Buenos Aires; 01 de agosto de 2013