Coleopterosis

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Huye cocuyo con tus luces a otro lado,
que esta calle ya no alumbra
malparida
imberbe,
ni la sombra virginal de un pubis
desvestido a machetazos.

Cómo vas a dar a luz en el pavimento,
donde sólo crece mala hierba
y se asoman los pastos
narcisos
ansiosos
por reflejarse en cualquier charco
cuando llueve,
si es que llueve.

Aprovecha el brillo mientras dure
que la parada más próxima es la ceguera,
allí donde te abrasa el asfalto
y te aplasta crujiente como una fritura.

Ya verás que
entre sus dedos
sólo te espera el espasmo,
y el torax quebrado a la intemperie
sin auxilio.

Fíjate como palidece el verde y lo rápido que se apaga,
como delante tuyo ya no ves pasar ni una mosca,
ni jejenes henchidos de sangre
satisfechos,
ni orugas con alas policromadas en el piso.

Huye cocuyo, cuando puedas;
muchacho,
hazme caso.

Buenos Aires, 28 de febrero de 2014

Amores Perros

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No te me encarnes,
suficiente tengo con las uñas
y la mugre cotidiana;
no sé si notás
que esta tierra no es arena del bosque,
ni esta zanja con aceite es el arroyo que refleja
tu estúpido arcoiris.

Acá donde me ves 
no corre ni una brisa, 
mirá si a esta altura no voy a desconfiar
de las palmeras retorcidas
y los espejos de agua;
acá donde me ves me acucho, 
me resguardo.

Mi única salvación es sacar la cabeza por la ventanilla,
como un perro;
parar bien las orejas,
sacarte la lengua a un costado y no decir ni pío, 
porque claro, 
los perros ladran
y yo me cuido mucho la garganta, 
que para morir degollado están los carneros y las gallinas, 
los zodiacos y los horóscopos chinos.

No creas que no sé que te divierte pintarme fiesta, 
mostrarme la pelota y esconderla lisonjeando mis patas
y acariciándome la cola con esa mirada que amenaza siempre con pegarme un chirlo;
me cansa a veces el juego de nunca acabar
dormido sobre tus piernas,
te lo he dicho de muchas formas, 
a partir de este momento sólo me queda morderte, 
y no,
que ya me sobran vacunas y no pierdo de vista el calendario.

Después de todo esto, 
de sobrevivir tanta metáfora canina y tanto mal aliento,
te preguntarás acaso porque no escondo mi cabeza, 
porque dejarla tan expuesta en bandeja a tus antojitos
de niña grande con mascota nueva.

No tendrás en mi una respuesta,
recuerda que los perros ladran todos en diferentes idiomas
y aun sólo consiguen decir lo mismo; 
por eso a veces mi única salvación es sacar la cabeza por la ventanilla
y esperar que aceleres.

Entonces,
parece que sonrío.

Buenos Aires, 13 de febrero de 2014

Como Lunes

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Me levanto a las seis con el ánimo por el piso,
las sandalias puestas en calzones,
las bermudas con el cinto,
la remera blanca
y todo eso.

El baño es un cuarto de hotel deshabitado hace tiempo,
una mampara manchada con petroglifos de humedad, 
un espejo que se oxida a expensas de mis ganas,
esas pocas 
y a esta hora ennegrecida
por los bordes de un amanecer presunto.

¿Por qué el sol no sale nunca por el oeste?
¿Por qué no derrite la ventana glaseada pulmonar del edificio?
Si no encuentro ahora mismo una respuesta contundente no salgo,
me encapricho.

Acaso la inercia se disfraza de esperanza
sopesando razones absurdas de la respiración 
y el miedo a la asfixia, 
en fin.

Me preparo un café más claro que el agua, 
las naranjas exprimidas en el vaso,
el agua caliente con la coca,
el cigarro prendido
y todo eso.

La cocina es la guerra después de la guerra,
una vajilla ensangrentada y despojos putrefactos,
una mesada que brilla mis ausencias, 
y otras tantas perdidas
en la borra inteligible
decantada hacia los fondos de mis botellas vacías.

¿Quién supo descubrir la fermentación de los azúcares?
¿Quién no advirtió la resaca ponzoñosa que me irrita hasta la boca del estómago?
Si no encuentro ahora mismo un culpable convincente me profugo,
no me hago cargo.

Acaso la entropía se confunde con la muerte
considerando presiones probables del azar
y el destino irreversible,
en fin.

Me camino la casa antes de irme,
la billetera el dinero la sube en el bolsillo,
el último pucho sin la caja,
la llave colgada
y todo eso.

Afuera persiste un simulacro siniestro como una parodia,
una pantomima programada para ganarme el sustento,
una ilusión cándida zanahoria abrillantada,
retórica constante
de inquietudes pretenciosas
coartadas por las mismas tijeras y alicates del tiempo.

¿Quién gira la llave feliz cuando arranca?
¿Quién puede estar tan contento que ruede por las escaleras?
Si no encuentro ahora mismo un motivo suficiente me abandono,
me huyo despavorido.

Acaso el gato que me mira se despide
sin comprender a ciencia cierta la mecánica
y la necedad de las paradojas,
en fin.


Buenos Aires, 10 de febrero de 2014

Derecho de Petición

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¿Me devuelve la pelota señora?

Yo sé que usted la tiene
escondida en su memoria,
del otro lado de la cerca,
próxima al rinconcito
donde se esconde
de mi.

Dele, no sea mala.

Yo le escucho la voz quebrada
y el silencio a siete mil kilómetros,
sentada en el muro,
contando sus dedos como gotas
caídas.

¿No quiere jugar conmigo?

Seguro usted piensa que no la acompaña la suerte,
ni el ánimo,
que le jode perder y empezar todo de nuevo,
que los juegos no son cosa de gente seria.
que ya no es una niña
que piensa que los mayores son buenos
porque dan refresco.

Pero oiga,
recuerde que estoy acá
del otro lado del muro,
que la espero,
que sé que aun tiene fuerzas para brincar la cerca,
que la invito si usted quiere.

Y si no,
por favor,
devuélvame la pelota,

aunque sea pinchada,
¿sí?



Buenos Aires, julio/febrero 2012/2014