Ablepsia

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Me estrangulan los párpados
esquirlas pimientas molidas,

tejidos de pestañas afiladas
se me arrastran,
profundas.

Me arenan las córneas
resecas cebollas deshidratadas,

millones de agujas cristalinas
se me atraviesan,
lacerantes.

Me cementan las fóveas
glaciales acéticos vinagres,

cataratas de cayados rotos
se me enconan,
decapitados.




Buenos Aires, 14 de febrero de 2013

Plenilunio

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La noche atardecía aun, aguardando el crepúsculo de gente que ahora sí se repliegan como insectos desesperados por amanecer cualquier lunes. 

Dudaste hasta último momento en salir. Invocaste toda clase de lejanías y esperas vanas para las que no alcanza el horario ni la certidumbre. 

Qué más da, si al final invitarse ha sido un largo periplo de agujeros y desencuentros; quizás si te vas al parque ella te presienta cerca, quizás se encuentren y se digan algo, quizás algo que no se hayan dicho ya.

Llevas un libro verde, la cámara sin memoria (te darías cuenta luego) y una botella de vino perdida de algún viernes del pasado. La ilusión de poemas, la esperanza de su imagen y un cuchillo por sacacorchos.

Entras al parque, todavía con resaca de gente deambulando. Te sientas debajo de dos conos de luz donde se amontona rotando el polvo del tiempo. Entonces la sorpresa de sus letras, sus ojos profundos de texto, su guiño saludo reproche de manos y teclado, y su sonrisa; quizás también su sonrisa.

No pudiste no insinuarle, pero ella como otras veces parecía no poder entenderte. La miraste desde arriba como poseyendo un secreto guardado ansioso por compartirse. La viste distante, quizás no en el lugar de siempre, tal vez distraída ya de tu recuerdo. Ella no está acá, no ha llegado aún, piensas. De nuevo la lees, te desea suerte y presuroso balbuceas algo sobre la memoria y el plenilunio. Ya no te contesta. 

Arriba la luna crece y se aleja. Guardas una imagen ahora sí de la noche casi plena madrugada de lunes, descorchas el vino de un navajazo que tiñe de ocre otro desencuentro, otros pies cansados en la arena de otra orilla, otro sepa disculpar joven.

Ya sin asombro, abres triste el libro verde y te sientes al extremo de una curva que se cierra sobre ti mismo. Ha comenzado a plegarse el tiempo y ya no podrás salir de este universo homogéneo que genera el olvido. Nadie vendrá a buscarte. 

En un rato las autoridades cerrarán para siempre la noche y quedarás adentro. Perderás la memoria y tu sonrisa será sólo una vacía proyección de un pasado inexistente. Sabrás que no habrá más luna llena después de todo esto, pero no sabrás porqué.


Buenos Aires; 28 de enero de 2013