En boca cerrada...

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En este sistema religioso arcaico no había hasta entonces dioses ni sacerdotes, sino solamente una diosa universal y sus sacerdotisas, pues la mujer constituía el sexo dominante y el hombre era su víctima asustada. No se honraba la paternidad y se atribuía la concepción al viento, la ingestión de habichuelas o a la deglución accidental de un insecto (...).

Robert Graves, Los mitos griegos I, El mito pelasgo de la creación.

Cinco años sin fumar

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El sexo es un café caliente después del sexo; y un cigarro.
Yo, La Habana 2002.

Hacía poco tiempo había comprado el auto y sacaba la licencia de conducir en medio de un catarro flemoso de esos que te provococan nauseas de sólo ver un comercial de Marlboro. Había intentado dejarlo días atras, cuando el catarro era incipiente; pero apenas me sentí mejor ocurrió lo previsible: una vez más al ruedo. Pero el catarro y el invierno se confabularon, y la recaída fue inmediata y fulminante.

En mis ocho años de fumador varias veces enfermé hasta de hepatitis y tras la pausa, (cual locutor de Nocturno,) fumando. Así que estar enfermo no era ni por asomo un motivo serio para dejarlo. Tampoco fueron motivos suficientes el futuro cancer, ni el riesgo de fumar en el auto, ni mejorar mi capacidad pulmonar, ni librarme de la esclavitud. Digo, son todos factores de peso, importantes por donde se los mire, pero ninguno era suficiente para ser el detonante. Fumar es para mi un tango indescriptible, como dice el placer de Garzo y Viladomat. La sensación del humo como golpe seco en mis pulmones; el deleitar la bocanada y el incesante y magnífico ritual mano-boca-pitada-mano.

El cigarro no definía pero acentúaba los instantes felices y era un excelente amigo en eternidades de extrema melancolía. El cigarro y el café, el cigarro y el ron, el cigarro y el viento del malecón de madrugada, el cigarro y el sexo (y viceversa... ) Y podría seguir enumerando infinitamente posibles combinaciones de placeres y angustias.

Curiosamente la única combinación imposible fue con el llanto. Nunca pude fumar y llorar al mismo tiempo. Y aunque tendrá de seguro su explicación pulmoalveolar, prefiero imaginar que el cigarro, cual Moscú de Menshov no cree en lágrimas (ni en sollozos).

Nunca sé explicar cómo pude dejar y debe ser porque ni yo mismo lo entiendo. El día a día, el paso a paso, el tiempo, el implacable... No me consideró No Fumador, ni desde la militancia extremista ni desde la justa y moderada preocupación. Sé perfectamente que me sigue gustando fumar y que potencialmente podría retomarlo en cualquier momento.

Por suerte, se me olvida, y sé que me ayuda el haberle asignado al cigarro, cierta especie de carácter diacrítico : Desde entonces, las palabras sufrir y disfrutar tienen el mismo significado, y la misma intensidad que antes, aunque no pueda evitar extrañar los acentos.



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Alfa

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Hay cosas que expresarlas me resultan más fluidas en la oralidad que en la escritura. Debe ser normal, calculo yo, porque si bien ambas son facetas del lenguaje, en muchos casos se me antoja que se comportan como sistemas linguísticos independientes (interrelacionados, pero independientes). Un ejemplo claro de esto es el humor cotidiano; que al depender muchas veces de un contexto tan palpable y alejado de las abstracciones del lenguaje, volcarlo sobre papel (o sobre bits) implica un talento especial y/o un esfuerzo importante.

Luego entonces, en la cotidianidad se dan situaciones que me parecen en cierta medida blogueables, y cuando me siento delante del teclado, me parecen insuficientes o intransferibles. Esto no es nuevo, por supuesto: las entradas que hoy no escribo, ayer eran cuentos que nunca escribí, o novelas eternamente inconclusas. Lo que cambió en el medio sólo fue mi posición frente a la literatura como modo de vida profesional y el descubrimiento de los blogs, que de alguna manera, es el descubrimiento de que uno debe escribir para uno mismo y no para un supuesto futuro e imaginario público lector.

Luego uno se inventa mil excusas, como la obligatoridad de ceñirse al tema, o la nunca acatada prohibición de disgregar o dispersarse. Así me pasa con el Bar, dónde después de algunas entradas sobre la castritis, algunos viejos (y malos) cuentos y alguna que otra conteniendo ciertas opiniones, me invento que debería limitarme a escribir sobre melancolías y nostalgias. Idéntica estructura tienen Período Especial y Habana Mía, obsesivamente específica.

Hace rato pretendo hacer algo distinto, y aunque no esté muy seguro de que vaya esto, veremos cómo sale. Trataré de verter acá no sólo monotemas cubanos, sino veremos que interpretación de mi cotidianidad encaja en la estructura que me he pensado. Y es que obvio que he diseñado una estructura, y es seguramente mi inconsiente demostrándome una vez más, que mi vocación lejos de cualquier acto artístico, está en la ingeniería, sobre todo en la ingeniería de la excusa que podré generarme luego para mi vagancia, el abandono y las inhibiciones.

No espero nada bueno siendo yo el que escribe.