El fin de la nostalgia

No pestaño una lágrima,
ni siquiera un puchero cargado de reptantes cocodrilos.
No reprimo la gota salpicada vacilante
de desdicha entre mis párpados quebrados.

No bostezo un silencio,
ni siquiera un sueño atravesado de inspiración profunda.
No sostengo el delirio congelado indiferente
de amargura entre mis cejas despobladas.

No disimulo una sonrisa,
ni siquiera un rictus agridulce de la boca para afuera.
No sostengo la mueca franca acartonada
de tristeza entre mis dientes amarillos.

Será que tu ausencia ya no es aquel látigo con anzuelos.
Será esta extraña sensación de libertad la que me cauteriza.
Será que empiezo a entender de una vez que no pudo ser y ya,
y listo.

Buenos Aires; 18 de julio de 2013

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